LAS POCHOLAS
Parte fundamental de este relato, hablar de las Pocholas ilumina los rostros de los pamploneses. Su historia está ligada a la de los Saralegui, pero también a la de una ciudad que vio como un restaurante se convertía en referente gastronómico y social.
Vayamos al principio de todo... Corría el año 1934 cuando los dueños de la posada de Guerendiáin, en Ultzama, se hicieron cargo de Casa Cuevas, en la calle Comedias número 20 de Pamplona.
Poco después ambos fallecieron. Sus hijas se hicieron cargo del negocio. Las nueve hermanas Guerendáin (Paquita, Petra, Josefina, Floren, Fermina, Rosarito, Rosalía, Conchita y María) permanecieron unidas para salir adelante. Esa fue la última voluntad de su madre quien, en su lecho de muerte, le pidió a la hermana mayor que no se separaran, que montaran un negocio y se cuidaran las unas a las otras.
Así fue. Permanecieron juntas y solteras, abrieron un pequeño restaurante: Casa Cuevas. Poco a poco, la alta calidad de la comida y el ajustado precio lo convirtieron en un lugar de referencia. Y cuando la Segunda República vivía sus últimos años, las Guerendiáin pasaron a ser conocidas como Las Pocholas.
El crecimiento del negocio hizo que fuera necesario ampliarlo, pero no tenían los medios para hacerlo. En busca de una solución, Las Pocholas recibieron el apoyo del empresario Félix Huarte, quien se hizo cargo de los gastos del nuevo restaurante situado en el Paseo de Sarasate. Huarte les dio unplazode10añosparaqueledevolvieraneldineroylespusounacondición: quealHostaldelRey Noble, que era el nombre del nuevo local, le pusieran como sobrenombre Las Pocholas.
El 20 de abril de 1938, se inauguró el nuevo restaurante. Fue el principio de la época dorada de Las Pocholas y de sus míticos platos como el cordero al chilindrón, el rabo estofado, la menestra de verduras o los postres caseros.