Llega el verano y sabemos que necesitas nuevas ideas para la cocina. En esta cuarentena hemos hecho todo lo inventado y por inventar con los más pequeños, pero su apetito por aprender nunca cesa, y debemos saciarlo con nuevas dosis de creatividad. Cocinar en familia es una actividad tan recomendable como necesaria, ya que estrecha lazos familiares, y ayuda a los niños a mejorar la motricidad, a conocer los alimentos y sus propiedades, estimula sus sentidos y refuerza otras áreas del saber como alas matemáticas, la geometría y la diversidad de gamas cromáticas.
Cocinar con niños es una aventura más en su vida. Una experiencia enriquecedora para ambas partes, que se aconseja instaurar como rutina habitual por los múltiples beneficios que les aporta en su aprendizaje, desarrollo neuronal y también motriz.
Aprender a cocinar desde pequeños es sinónimo de aprender a cuidarse. Cada niño tendrá una evolución distinta en esto de la cocina. A unos se les dará mejor que a otros, unos tendrán más destreza con los utensilios y otros, serán más creativos en la combinación de sabores. Pero de lo que no cabe duda, es que cocinar en familia es una práctica que sumará en su desarrollo físico y mental y será determinante para su evolución como futuro adulto. Una actividad.
La cocina es como una pequeña escuela donde cada ingrediente y su proceso son asignaturas esenciales para la vida. Para los más pequeños, cocinar con la supervisión de los padres les da autonomía, pues aprenden a pelar alimentos sin ayuda, verter líquidos en recipientes, abrir y cerrar tarros… y esto favorece su motricidad fina y gruesa, fundamentales en su desarrollo.
Además, casi jugando van aprendiendo los nutrientes de cada alimento y cómo cocinarlos. Estás creando el ambiente perfecto para inculcarles las bondades de la cocina saludable y poder garantizar, así, su bienestar físico. Cocinar con los peques es trabajo en equipo, coordinación, orden, medición del tiempo; matemáticas aplicadas al ocio culinario. Una oportunidad para que experimenten con texturas inusitadas, nuevos sabores… Y, para los más pequeños, un excelente juego de colores y formas geométricas para reforzar lo aprendido en la escuela de manera práctica.
Y lo mejor de todo: cocinar con niños es divertido para ellos y para los no tan niños. Una experiencia que despierta recuerdos dormidos de infancia y, sin duda, refuerza el vínculo familiar.
Hay un sinfín de platos aptos para ser cocinados por niños. Deben ser sencillos y Hay un sinfín de platos aptos para ser cocinados por niños. Deben ser sencillos y sin riesgos. Desde hojaldres de verduras, ensaladas, wraps con pan de molde, huevos duros rellenos, pizzas caseras, tortilla, quesadillas o albóndigas. Dejaremos que el adulto se encargue de la sartén, el horno y los cortes que se deban realizar durante la preparación de la receta. El resto de tareas: amasar, batir, verter, rellenar, colocar ingredientes o compactar alimentos, son ejercicios perfectos para los peques.
¡Eso sí! Habrá que esperar a que crezcan para probar con recetas que incluyan el uso de fuego, cuchillos, trituradoras o cualquier aparato que pueda ocasionarles algún tipo de lesión o accidente doméstico.
Seguro que… si le preguntamos a un niño cuál es su postre favorito en verano, lo primero que se le pasará por la cabeza será la palabra: helado. Un capricho refrescante e imprescindible en las tardes de calor. Los veranos no se conciben sin helado, playa y pelota. Un recuerdo imborrable de infancia que los adultos rememoramos, ahora con nuestros hijos. Y qué mejor manera de hacerles partícipes de esos recuerdos, que cocinando juntos una recetas sencillas y deliciosas de helado, que llegan de la mano de Virginia, de Sweet and Sour.
INGREDIENTES:
Para el helado de Yogur del Pirineo natural:
3 Yogures del Pirineo natural con un toque de azúcar
250 ml. de nata para montar
¼ cucharadita de sal fina
Para el helado de Yogur del Pirineo con fresas:
4 Yogures del Pirineo con fresas de origen
300 g. de fresas naturales congeladas
2 cucharadas de azúcar invertido*
*Puedes sustituir el azúcar invertido por miel u otro edulcorante, pero el azúcar invertido evitará la cristalización y el helado será más cremoso.
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MODO DE PREPARACIÓN:
1. Para el helado de yogur natural: primero monta la nata a punto flojo (que no quede dura), para poder mezclarla con el yogur.
2. Mezcla poco a poco el yogur con la nata hasta lograr una mezcla homogénea.
3. Con heladora: Sigue las instrucciones de la heladora para lograr la cremosidad adecuada. Ponlo en un recipiente hermético y mételo en el congelador.
4. Sin heladora: Ponlo en un recipiente hermético y mételo en el congelador. Para que no se cristalice, sácalo cada 45 minutos y bate para romper los cristales. Repite esta acción 3 ó 4 veces.
5. Para el helado de yogur de fresas: mete en el vaso de una batidora las fresas congeladas, el Yogur del Pirineo con fresas y el endulzante que hayas elegido.
6. Tritura hasta conseguir una mezcla homogénea. El resultado será una crema bastante helada, prácticamente lista para comer, pero si lo quieres más congelado, puedes ponerlo dos horas en el congelador.
7. Sácalo del congelador media hora antes de consumirlo para que la textura sea más cremosa.
8. Todos los helados caseros, antes de consumirlos, debemos sacarlos del congelador media hora antes para que consigan textura más cremosa.
¡Descubre esta y otras recetas en nuestro Club del Postre! Allí encontrarás ideas para compartir con los pequeños reposteros.