¿Puede una oveja convertirse en un símbolo? La respuesta es sí. Si lo has dudado es que no conoces a la oveja latxa. Inconfundible y única, forma parte de la historia y el paisaje de Navarra. Allí, en sus verdes prados, es habitual la presencia de esta oveja que, según cuentan los expertos, es una de las razas ovinas más primitivas que, gracias a su instinto de supervivencia y capacidad de adaptación, ha logrado permanecer en los abruptos paisajes navarros.
El verdadero significado
Con un nombre íntimamente ligado a su aspecto, latxa significa en euskera basta, áspera, en clara referencia a la calidad de su lana. Esta raza autóctona vive en las zonas de montaña más lluviosas y se puede encontrar en un área que comprende el noroeste de navarra y el este y el sur de Guipúzcoa.
De perfil recto, con un tamaño mediano y proporciones alargadas. La oveja latxa se distingue por su vellón abierto que, con una lana gruesa y blanca, cae a ambos lados marcando una perfecta división. Con cuernos en ambos sexos, hay dos variedades que se distinguen por el color. Por un lado, la de cara negra, con cabeza y extremidades oscuras. Por otro, la de cara rubia, en la que el color de su cabeza y extremidades combina una gama de rojos a blancos que llega, incluso, a las tonalidades rubias.
Si de ella dicen que es especial es porque a lo largo de los siglos se ha mantenido en el territorio mientras otras razas foráneas no lo han conseguido. La latxa ha logrado adaptarse al clima cambiante de su territorio y a la humedad, y lo ha hecho gracias a una lana que se seca con facilidad y evita que el animal se enfríe.
La oveja latxa pasta durante todo el año al aire libre. Los meses de diciembre y enero es cuando se producen los partos de gestación larga (154 días), por lo que cuando nacen los corderos son relativamente grandes. El parto suele ser difícil y necesita la ayuda del pastor para evitar problemas graves.
Durante los meses de invierno las ovejas están en el valle, cerca de los pastos del caserío del pastor y no es hasta las noches más frías del año cuando duermen en el corral. Es habitual la trashumancia corta, en la que el rebaño se sitúa en zonas bajas en la época de producción para después, cuando llegan los meses más calurosos, subir a los pastos más altos de la montaña.
Pero más allá de sus hábitos, la latxa cumple con una función ecológica de gran valor. Y es que, al alimentarse del forraje que hay en los montes, aprovecha recursos que, de otro modo, se perderían. Además, consigue limpiar los montes de una forma natural, colaborando activamente en la conservación de los paisajes navarros.
De carácter lechero, la leche de la oveja latxa es muy apreciada por sus propiedades nutricionales. Con ella se elabora el queso de Idiazábal y, por supuesto, la auténtica cuajada.
La latxa puede dar hasta un litro de leche al día durante 144 días, aproximadamente. Cuando termina el periodo de ordeño, las ovejas vuelven a pastar por los montes primaverales de Navarra, en total libertad.
Más allá de su apreciada leche, su lana es conocida y reconocida por haberse empleado, desde la antigüedad, para hacer colchones. Hoy por hoy, esa lana se exporta para la confección de alfombras o tapices.