Poner en valor al pasado representa uno de los pilares de la historia de Goshua. Por eso, ahora que cumplimos 60 años es un buen momento para volver la vista atrás y recuperar parte de las tradiciones de nuestra tierra.
Te invitamos a acompañarnos en este paseo por aquellas profesiones que tanto nos enseñaron y a descubrir algunos de los utensilios que forman parte de nuestro saber hacer y de nuestra manera de elaborar postres y yogures como los de antes.
Paisajes, monumentos, platos tradicionales, hechos históricos,… muchos son los elementos que han definido a lo largo de los años la Navarra que ahora conocemos y que hemos construido a lo largo del tiempo. Entre ellos, los oficios tradicionales y aquellos que les daban vida. Hoy, algunas de esas profesiones han desaparecido, pero otras siguen luchando por seguir ocupando su lugar en pleno siglo XXI.
Algunos de estos oficios, como el de pastor, forman parte de la historia de Navarra desde la más remota Antigüedad. Los pastores de ovejas han sido, durante siglos, fundamentales en la economía de subsistencia. Lejos queda ya aquella figura y aquella economía de autoconsumo que actualmente ha dado paso a la ganadería profesionalizada y productiva, enfocada básicamente en la comercialización.
Junto al pastor, el apicultor desempeñaba un papel relevante para el sustento de las familias y de su economía. Las explotaciones eran familiares y estaban destinadas tanto al consumo propio, como endulzante en la cocina, como a la comercialización directo.
Hoy en día, la producción sigue en manos de pequeños productores que mantienen un modelo de venta directa o a través del pequeño comercio.
Lejos de los oficios ligados a la alimentación, no queremos dejar pasar la oportunidad de recordar la figura del almadiero. Desaparecida desde mediados del siglo pasado, su labor unió el Pirineo con los pueblos de las riberas del Ebro a través de los ríos, en un intento de sobrevivir y de evitar costes como impuestos o peajes.
Una profesión arriesgada, que consistía en construir y manejar embarcaciones formadas por tramos de troncos, las almadías, en las que se transportaban las mercancías.
Más allá de estos oficios, encontramos otros muchos ya extinguidos o que en estos tiempos solo pueden encontrarse de forma anecdótica y como afición, no como forma de vida. Hablamos de los carboneros, que producían el preciado carbón natural; de las hilanderas, tejiendo prendas de abrigo; o de los yugueros, que artesanalmente tallaban los yugos.
Mención aparte merecen los artesanos. Artistas que con sus manos daban vida a utensilios que se empleaban en otras tantas profesiones: collares de madera para las cabezas de ganado, cencerros, zuecos… y, por supuesto, recipientes de madera que daban respuesta a las necesidades de los pastores.
Con la madera de abedul como materia prima, creaban recipientes de forma artesanal que empleaba el pastor en su día a día. Actualmente, estas piezas son decorativas o se conservan como recuerdo familiar, pero su papel a lo largo del tiempo y su influencia en la elaboración de algunos postres es absolutamente innegable.
Abatza. Con una capacidad de hasta 20 litros., tiene forma troncocónica. Con dos asas (una a cada lado) a media altura, tiene otras dos pequeñas asas, ya en el borde. Se usaba para recoger la leche, después de filtrarla, y hacer queso, cuajada, etc.
Kaiku. Con una capacidad de entre 3 y 12 litros, su diseño estaba pensado para acoplarse a las ubres de los animales. Con el eje inclinado, la madera de abedul le proporcionaba resistencia y ligereza. Estaba destinada al ordeño de ovejas y vacas.
Oporra. Similar a una taza, la usaban los pastores, leñadores y carboneros para tomar el desayuno.
Idazkia o iragazkia. Para colar la leche al pasarla del kaiku a la abatza, esta pieza es un embudo tallado que se acoplaba al borde de la abatza. Un manojo de helechos hacía las veces de colador.
Zimitza. Elaborado con tiras curvadas de madera de haya que se unían con clavos remachados, se trataba de un molde para hacer queso. En la parte inferior se colocaba una fina lámina con motivos grabados que servían de decoración e identificaban al productor del queso.
Cada uno de estos utensilios y de quienes los crearon son parte de quienes somos hoy. A ellos y a todos los profesionales que nos han dejado sus enseñanzas solo podemos darles las gracias y aplicar sus conocimientos para seguir avanzando hacia un futuro mejor.